Revolución
en la RAE:
1. f.
Acción y efecto de revolver o revolverse.
2. f.
Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas
de una comunidad nacional.
3. f.
Levantamiento o sublevación popular.
4. f.
Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.
Teniendo en
cuenta estas definiciones de la DRAE, se entiende la revolución principalmente
como un cambio frente a algo que nos incomoda o no estamos de acuerdo, una
revuelta proveniente de la disconformidad.
También se
hace hincapié en que es una sublevación popular, es decir, la revolución no la
puede llevar una sola persona, y tampoco tenemos que esperar a alguien para que
aparezca un cambio. Esto último me recuerda a la película V de vendetta, que,
aunque sí, él desencadena una revolución, la moraleja de la historia es que necesitamos
a V para conseguir el cambio y que, sin él, no se hubiera conseguido nada. La
revolución no consta de un héroe, consta de varios, y la mayoría anónimos.
Cuando
hablamos de revolución, caemos en el error de que empieza en un determinado
momento y termina en el comienzo de la paz. Cuando realmente siempre estamos en
constante revolución, nunca llegaremos a estar conformes con lo establecido. Lo
que sí podríamos considerar es que en momentos de la historia hay más momentos
de conformismo. ¿Pero realmente es conformismo? Opino que no, no sólo porque
sea una falta de respeto decir que una obrera explotada no está luchando por sí
misma, sino también porque realmente no es conformismo, sino miedo. Un miedo
por nuestra propia seguridad o por nuestros seres queridos. Lo he dicho varias
veces, la paz no existe, estamos en continua guerra, la paz, es el miedo a la
guerra. Habrá paz, mientras la gente tenga miedo.
Para
enfrentarnos a nuestros miedos, debemos tener valor. Y no hablamos de ser
valiente, sino de tener que ser valiente. Porque cuando la sociedad te mantiene
jodida, solo nos queda serlo, eso o caer. Que nos obliguen a tener valor es
violencia.
Para mí, un
acto revolucionario, consiste en hacer un sacrificio individual, por un bien
social. ¿Cuánto estamos dispuestas a sacrificar por los demás? ¿Estamos
dispuestas a sufrir por algo que no vamos a disfrutar?
Pensemos en
aquellos “derechos”, entre muchas comillas, que hemos conseguido. ¿Alguno se ha
conseguido sin hacer sacrificios? Pocos o ninguno. ¿Y los “avances”? ¿Qué hemos
conseguido? Pocos o ninguno, aquellos avances sólo han sido o bien porque al
opresor no le suponía nada dárnoslo o porque realmente se beneficia de ello.
Yo mismo
tengo miedo a rebelarme, pero sí es verdad, que cuando miro hacia atrás, a
aquellas personas LGBT que no tuvieron miedo de besarse o darse la mano en
público. A esas personas que han apalizado o asesinado, por ser quienes son. Me
dan coraje y valor para seguir luchando. Les debo mucho por su sacrificio, y la
única manera que veo para agradecérselo es seguir luchando.
Al opresor,
no le interesa que tomemos consciencia política, y trata de hacernos creer
siempre que estamos mejor que antes, nos dice que nos conformemos, que quizás
podría estar mejor, pero que ya, con el tiempo todo cambiará sólo. Que no hace
falta luchar. Y el opresor/sistema lo consigue, ¿cómo? Sobreexplotándonos con
consciencias individuales, diciéndonos que seamos realistas, y que lo que
proponemos es una utopía.
Por el
momento, el opresor va ganando adeptas alienadas, personas individualistas que
sólo se preocupan por sí mismas, aislándoles de cualquier conciencia colectiva.
Y lo peor de todo es que lo sabemos, y usamos la excusa de: “si nadie hace algo
por mí, ¿por qué iba hacer algo yo por los demás?”.
Yo no
quiero haceros pensar que en la revolución no nos traerá sufrimiento,
sufriremos, y mucho, pero eso sí, Los beneficios que conseguiremos a nivel
social, serán mayores.
Como
conclusión quiero llegar a que cuando hacemos un acto revolucionario hacemos un
balance daños entre nuestra conciencia individual y la colectiva. Y al igual
que hay que ser conscientes de que podría ser una locura sacrificarse
totalmente por una causa, también lo es dejar el peso en el lado individualista
de la balanza hasta el punto de que no solo nos estanquemos, sino que vayamos
hacia atrás.